Leyendas de Hiboria
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Barbarie y civilización

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Barbarie y civilización  Empty Barbarie y civilización

Mensaje por Invitado Miér Mar 01, 2023 5:54 pm

En general, se suele presentar como idea central de la saga el conflicto entre barbarie y civilización. Conan sería el símbolo de lo primero en cuanto encarnación del instinto positivo, puesto que lo civilizado, en Howard, sería emblema de degeneración y corrupción moral. Las civilizaciones sedentarias entre las cuales se mueve Conan —los distintos reinos y ciudades-estados del continente hiborio, a los que unas veces alquila sus servicios y otras se dedica a combatirlos al frente de hombres libres (bandidos) como él— están habitadas por seres cuya presunta sofisticación moral no encubre sino la lúbrica satisfacción de las ambiciones básicas (poder, lujo y riqueza, y los llamados placeres de la carne: comida, bebida y lujuria).
Desde luego, nada más distante del viejo concepto del «buen salvaje». Y es que, pese a todas las imprecaciones que el Canon contiene contra el mundo civilizado, el escritor lo que hace es convertir al cimerio en el verdadero portador de los valores de la civilización. Para REH, la «civilización» no es un concepto material, sino un conjunto de valores que forman parte de la ética personal de cada uno, y este es el rasgo que une a todos sus héroes y antihéroes, más allá de lo más obvio (la fuerza y la inteligencia, el valor y la intrepidez).

Así, y por debajo de su rudeza —es más, cohabitando de forma insoluble con ella—, Conan posee un sentido de la humanidad (o de la ecuanimidad, ese valor del hombre civilizado que en nuestros días parece estar pasado de moda) que enseguida intuyen todos aquellos que precisan de ella: las víctimas de la violenta vida que reina en la Edad Hiboria. Incapaz de aprovecharse de una ventaja (de ahí su odio inveterado hacia los brujos o practicantes de cualquier magia negra), Conan no duda en matar —sabe bien que, en ese mundo, la alternativa es morir— pero comprende cuándo la sed de sangre es ya producto del envilecimiento y es el momento de enfundar la espada (pero ay del que ponga a prueba su instinto de supervivencia).
Conan es bien consciente de cuáles son los límites del azar o del destino, pero su fatalismo tiene la virtud de no arrojarlo al ciego pesimismo sino de conducirlo a la más práctica sensatez. Sabiendo que la calma o la abundancia pueden verse sucedidas, del modo más abrupto, por el peligro y la escasez, no queda otra opción que aceptar las cosas tal como vienen, afrontar hasta el fondo las posibilidades de cada situación y asumir el cambio vertiginoso de suerte sin caer en la desesperación, mientras haya una espada a mano o, sencillamente, pueda valerse de sus músculos de hierro

Fuente: Blog La mano del extranjero
Blog sobre ficciones del cine, la literatura y el cómic

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